Si bien durante la primera mitad del siglo XIX Latinoamérica recibió algunos inmigrantes, su número no fue significativo. Estos empezaron a llegar de forma masiva en las décadas de 1870 y 1880, atraídos por la posibilidad de conseguir empleo y salarios más elevados que en sus países de origen. Ya en el siglo XX, las guerras llevaron a los europeos a buscar estabilidad en otras latitudes.
Un rasgo que distingue a las migraciones hacia Iberoamérica durante este período es que nunca fueron libres (característica que marca una pronunciada diferencia con el período de las migraciones masivas inaugurado en la segunda mitad del siglo XIX). Tanto la corona española como la portuguesa procuraron siempre controlar y restringir el flujo migratorio hacia las Indias. Tras esta política yacía una noción “monopolista” sobre las colonias americanas: el establecimiento en ellas era un privilegio reservado a los súbditos del rey de España o Portugal; los extranjeros quedaban excluidos, aunque existían complicadas formas legales que permitían su asentamiento en las Indias bajo ciertas condiciones.
También, tras estas normas que restringían la libre emigración a América, estaba el deseo de cuidar la “calidad” de los hombres y mujeres que se asentaban en los reinos americanos (para emigrar legalmente había que demostrar ser cristiano viejo, ejercer ocupaciones honorables, no ser “vago” o “mal entretenido”, entre otras cosas). Por otro lado, la creencia prevaleciente en círculos intelectuales y políticos de que el fenómeno migratorio era causa del despoblamiento y consecuente ruina económica de la Península fue otro fuerte factor que jugó a favor de la persistencia de las restricciones para la emigración hasta el fin de la dominación colonial
Pero las investigaciones sobre la sociedad colonial también muestran que los inmigrantes se desempeñaban en una vasta variedad de ocupaciones que trascendían aquellas reservadas a las elites. En las fuentes es posible encontrar a numerosos europeos trabajando como marineros, artesanos, labradores, soldados, vendedores ambulantes, tenderos, etc. Es más (al menos en los grandes centros urbanos como México, La Habana, Río de Janeiro o Buenos Aires), la gran mayoría de los europeos pertenecía a las clases bajas. Sobre estos inmigrantes “del común” se conoce menos, pero sabemos que en muchos aspectos, su vida estaba ligada a la de sus paisanos más afortunados integrados a las elites locales. Un dato clave es que la sociedad americana era de carácter estamental, en donde el origen racial de un individuo condicionaba en gran medida el lugar que ocupaba en la jerarquía social. En tal sentido, los hombres y mujeres procedentes de Europa contaban con el privilegio de su origen, que los distinguía claramente de los americanos, muy especialmente de los integrantes de las clases populares. El origen europeo era un privilegio no sólo porque la “limpieza de sangre” era un componente fundamental del honor (y por lo tanto, del prestigio social de un individuo) y porque permitía el acceso a ciertos privilegios formales (a puestos en la burocracia o al derecho a no sufrir penas infamantes por algún delito cometido); sino también porque permitía a los inmigrantes, mediante lazos de paisanaje, activar relaciones interpersonales con miembros de las elites económicas y políticas de la colonia, lo que facilitaba los términos de su integración en la sociedad colonial y aumentaba las posibilidades de movilidad social ascendente.
Por otro lado, recientes investigaciones sobre la inmigración extranjera han puesto de manifiesto la ambigüedad de la condición de extranjería, la presencia de mecanismos informales de integración a las comunidades locales y la existencia de prácticas sociales muy similares entre españoles, portugueses y otros inmigrantes de ultramar a pesar de su dispar procedencia en el Viejo Mundo. Si bien, estos son temas aún poco explorados, es dable suponer que, en términos de la construcción de las identidades sociales, los europeos – de las elites o de las clases bajas, extranjeros o no- formaban un grupo diferenciado en la sociedad de las postrimerías del siglo XVIII y principios del siglo XIX
Con la crisis del orden colonial y el advenimiento de los movimientos independentistas los españoles y portugueses se constituyeron en la cara visible y más próxima de la dominación colonial. En las primeras décadas del siglo XIX, fueron víctimas de las políticas de los nuevos gobiernos republicanos y sobre todo, blanco de la hostilidad de los grupos populares que no ahorraron la oportunidad de demostrar su animadversión hacia quienes consideraban habían sido los principales beneficiados de un orden que calificaban como desigual e injusto.
Por el contrario, otras cuestiones han sido menos exploradas. Ente ellas podemos incluir, por ejemplo, a los inmigrantes “del común” que integraron las clases populares de la colonia; al análisis del proceso migratorio desde una perspectiva de género y la particular experiencia de las mujeres; al estudio de la configuración de las identidades sociales, particularmente en lo referente a cómo eran percibidos los europeos en las sociedades americanas (y cómo estos percibían a los americanos), cuestión clave para una mejor comprensión de los procesos independentistas. Asimismo, existen numerosas lagunas espaciales: se conoce mucho más sobre los inmigrantes en los grandes centros urbanos; mucho menos sobre sus experiencias, trayectorias y formas de integración en ciudades más pequeñas o zonas marginales. Diversificar los espacios a estudiar nos permitirá conocer mejor las variaciones en los modos de integración social de los inmigrantes y, consecuentemente, también la diversidad de las configuraciones sociales coloniales. Por último, un mayor desarrollo de los estudios micro sociales de los procesos migratorios permitiría profundizar el conocimiento de las redes migratorias y facilitaría un análisis integrado de los espacios de emigración y las sociedades receptoras que supere la -por momentos- rígida separación entre los estudios centrados en la emigración y aquellos que analizan en proceso de integración de los inmigrantes en las sociedades americanas.
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