Mujeres Aristocráticas
El consenso respecto de que las mujeres debían circunscribir sus intereses al ámbito de la familia y el hogar, no experimentó grandes cambios durante la transición al siglo XX. Las mujeres de elite estaban relegadas del ámbito político, distantes del incipiente ingreso femenino a la universidad y más aún del trabajo asalariado. Sin embargo, aunque las mujeres de alcurnia se desenvolvían en espacios más íntimos, esto no las privó de socializar con sus pares ni de cultivar su imagen.
El cuidado y educación de los hijos, y la dirección de los asuntos domésticos, eran tareas consideradas naturalmente femeninas. Ser buena madre y esposa constituía un deber social, que se sostenía en la presunta, la virtud de las mujeres. Esta virtud era fundamental para asegurar las relaciones armónicas entre los esposos y alejar las conductas viciosas del seno del hogar.
En distintos grados, para la mayoría de aquellas mujeres, la espiritualidad y los exigentes ideales femeninos debían convivir con una sociabilidad mundana que estimulaba la creación de espacios de ocio y diversión, que otorgaban identidad al grupo social al que pertenecían. Para algunas mujeres de elite, el enriquecimiento y cultivo de la fe debía complementarse con la buena conversación que ofrecían las tertulias; pasatiempo que contribuía a ampliar su formación cívica e intelectual. En estos encuentros destaca, Martina barros connotada salonière que recibía en su hogar a conspicuos hombres y mujeres de la capital, acercando el mundo intelectual, la contingencia política y económica a sus vidas.
En los espacios de sociabilidad, la oligarquía se reconocía y forjaba lazos, entre ellos, los matrimoniales. Los paseos en carruaje al atardecer y los bailes, entre otros, eran ansiadas oportunidades que tenían las parejas jóvenes para mirarse, conocerse y comenzar el cortejo. Este proceso era cuidadosamente seguido por las madres de las futuras novias y su influencia era determinante en el tránsito del cortejo al matrimonio.
Mujeres mestizas
Durante la colonia, el estamento conformado por las y los mestizos era el más heterogéneo de la estructura social. En relación a las mujeres mestizas, su vida privada también se caracterizó por la diversidad y multiplicidad de roles que cumplieron en la sociedad colonial. Mientras algunas se casaban y formaban una familia estable en las haciendas como inquilinas; otras atendían las pulperías y un grupo mayoritario se dedicaba al trabajo particular como cocineras, lavanderas y costureras, entre otros oficios.
Las mujeres indígenas, luego del proceso de conquista, debieron afrontar diversos destinos como mancebas, esclavas o sirvientas. También muchas de ellas se escaparon a la frontera donde su pueblo mapuche mantenía libertad y autonomía. Las mujeres esclavas eran nodrizas (encargadas de amamantar a los hijos e hijas de sus amas), niñeras o trabajaban en los huertos de las haciendas. En las zonas rurales existía un alto índice de mujeres viudas, producto de la alta tasa de mortalidad masculina. Este fenómeno hacía que uno de cada cinco niños naciera fuera del matrimonio, configurándose así la figura de la madre soltera y del huacho chileno.
Mujeres indígenas
La mujer indígena colaboró siempre en las diversas tareas y faenas de la comunidad a la cual pertenecía. Este complejo sistema de reciprocidades establecido al interior de las comunidades indígenas fue rápidamente desintegrado con la instauración de los nuevos sistemas de explotación de los recursos naturales y de organización del trabajo impuesto por el grupo español.
Durante la Conquista, las mujeres indígenas fueron forzadas, junto a sus niños, a trabajar en los lavaderos de oro bajo el mismo régimen laboral masivo y exhaustivo que los hombres. Al mismo tiempo, tuvieron que trabajar en condiciones serviles a través del sistema de encomiendas, asientos de trabajo o pueblos de indios, unidades productivas en que gran parte del trabajo agrícola era también de responsabilidad femenina. A largo plazo, las mujeres indígenas sometidas al régimen colonial tendieron a especializarse en la producción artesanal de tejidos y ropa, oficio que pasó de ser una actividad ritual a otra de sobrevivencia, imprimiendo en sus obras sus propias y nuevas formas de vida.
Mujeres esclavas
La situación de los esclavos era de explotación. Considerados una mercancía, eran tratados como un instrumento de trabajo. Constituyeron el elemento que significó un cambio en la estructura económica colonial. Sin el aporte de esa fuerza de trabajo, la expansión del cultivo del cacao -petróleo de los siglos XVII y XVIII- no hubiera tenido lugar.
El comercio de esclavos en Venezuela comenzó en el siglo XVI y tuvo su mayor auge en el siglo XVIII. El bajo rendimiento del trabajo indígena, primero en las minas y posteriormente en las labores agrícolas, incrementó dicho tráfico.
Como mercancía, tuvo una reglamentación legal. Se exigía una tercera parte de hembras en el lote general que se importaba. El sexo no constituía un factor que determinase un mayor o menor valor. La edad, la salud y las habilidades eran los elementos tomados en cuenta.
No concluían sus penalidades cuando llegaban a tierra. Al incorporarse al trabajo del amo, una vida de explotación les esperaba. Aquellos con riesgo de la pérdida de su fortuna explotaban al máximo la fuerza de trabajo esclava, hasta que perecían víctimas de desnutrición y de diversas enfermedades.
Mujeres religiosas
Las nuevas formas de devoción desarrolladas en los conventos femeninos durante el siglo XVI, como el recogimiento, la mística y la devotio moderna formaron parte del proceso de privatización de la sociedad occidental al constituir espacios para la reflexión personal y permitir procesos de autoconocimiento y adquisición de conciencia de sí, lo que hizo del convento arquitectónico, una metáfora del mundo interior, convirtiéndolo en un convento espiritual.
Las reglas y constituciones religiosas, junto con la exigencia del voto de clausura, tenían por objetivo domar la propia voluntad y cultivar la obediencia, elementos que dibujaron el paso de la coacción social a la auto coacción, lo que formó parte del proceso de transformación radical en la economía síquica de los hombres de occidente entre los siglos XII y XVIII.
Resistencia indígena
En el contexto del choque
cultural y de la desigualdad social, la Colonia fue un período conflictivo.
La resistencia indígena
contempló desde métodos
pasivos en el quehacer diario, al
conservar en secreto sus creencias y costumbres; hasta los enfrentamientos armados, que eran más frecuentes
lejos de las ciudades.
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